domingo, 26 de abril de 2015

EL CENTENARIO DE SAMSA

Franz Kafka, el mejor escritor del siglo XX, le escribió a Felice Bauer en una carta que "la verdad es que no soy nada, lo que se dice nada". Pensaba que no había nadie tan catastrófico como el para relacionarse con otras personas y que no era capaz de pensar, que no sabía narrar y que ni siquiera sabía hablar. En otra carta, poco tiempo antes de decirle que estaba enfermo, Kafka le preguntó a Felice: "¿Querrás reflexionar y llegar a una conclusión respecto a si quieres ser mi mujer?", incitándola a pensar bien si realmente valía la pena ser la mujer de un tipo como él.

Frágil como un cristal, Kafka era excepcional, indescriptiblemente nervioso y obsesionado hasta el extremo con la escritura. Nacido durante el último tramo de imperio austro-húngaro y el primero de la naciente República Checa, el escritor vio la luz en Praga. Es decir que fue un checo de origen judío y germano, pero de idioma alemán, debido a la decisión de su padre de meterlo en un colegio alemán. No caben dudas de que padeció de una terrible crisis de identidad, que lo llevó, hasta el final de sus días, a los 41 años, a refugiarse en la literatura.

Considerado como uno de los escritores más influyentes de la literatura mundial de todos los tiempos, Kafka nunca quiso ser realmente conocido. Se sabe que escribió muchísimo y que, aproximadamente el 90 por ciento de su obra fue destruida por él, poco antes de morir. La destrucción de lo restante le fue encargado a su amigo, lector y fanático Max Brod, quien, gracias a todos los dioses literarios, decidió ignorar la última voluntad de su amigo y publicó sus obras luego de su muerte.

Una de esas obras -que sí fue publicada mientras Kafka estaba vivo- es Die Verwandlung. La traducción literal de estas dos palabras es la transformación, pero todos -incluso los que no la han leído- la conocen como La Metamorfosis. Esta novela corta está considerada como una de las obras maestras de todos los tiempos, por su carácter intemporal (no importa cuándo la leas, siempre va a tener sentido), su lenguaje sencillo y claro y su increíble poder de hacernos creer que el hecho de despertarse un día y convertirse en un insecto es realmente posible y que a cualquiera de nosotros podría sucederle.

Corría el año de 1912 y Franz estaba dedicado a escribir una novela larga llamada América. Pero, por alguna razón, decidió ponerle pausa a su novela y comenzó a escribir un relato corto, casi un cuento, que él mismo dijo que le salió desde lo más profundo. ¿Cuánto tiempo le tomó a Kafka escribir La Metamorfosis? La respuesta sonará increíble, pero es cierta: 21 días. Sí, tal como lo lee. Era tal el genio del escritor checo, que solo necesitó tres semanas para escribir un libro tan maravilloso. Aunque el libro se publicaría en 1915, el relato se redactó entre el 17 de noviembre y el 7 de diciembre de 1912. Impresionante.

Para los que no la han leído, o no la recuerdan muy bien (yo la he leído seis o siete veces, así que la historia está bastante clara), La Metamorfosis narra la historia de Gregor Samsa, quien, tras despertar de un sueño intranquilo, descubre que se ha transformado en un "monstruoso bicho", que ya no puede hablar ni caminar ni nada de lo que solía hacer cuando era humano. Pero, a pesar de la horrenda transformación (estoy seguro que los que están leyendo esto acaban de imaginar su propia metamorfosis), Gregor asume el cambio casi con naturalidad. Sorprendentemente, está preocupado porque va a llegar al trabajo y no está muy seguro de como se va a bajar de la cama para poder comenzar su día habitual. Cuando Gregor se da cuenta de que tiene patas en vez de manos y pies, siente escalofríos: sabe que tiene que hacer algo.

Mientras escribía la historia, Kafka le decía en sus cartas a su amada Felice que "qué extremadamente repulsiva es la historia que acabo de apartar a un lado para pensar en ti (...). Ha avanzado ya hasta un poco más de la mitad, y en conjunto, no estoy descontento con ella, pero en cuanto a nauseabunda, lo es de un modo ilimitado, y cosas como esas, te das cuenta, provienen del mismo corazón en el que tú habitas y toleras como morada". Kafka amaba a Felice Bauer, pero también se sorprendía de llevar, en ese mismo corazón enamorado, sentimientos tan horrendos que podían llevarlo a escribir ese brutal relato, que, en aquel momento ya había avanzado hasta poco más de la mitad. 

Gregor Samsa anunciará a su familia su destino. Esta, en vez de sentir lástima, le prodigará asco y rechazo. La única que reacciona con cierta compasión es su hermana quien se encarga de alimentarlo y limpiarle la habitación, aunque se puede sentir que todos son infelices y están incómodos con tener que cargar con un bicho gigante. Un día el jefe de Samsa, molesto por sus constantes ausencias al trabajo, aparece en casa, saliendo despavorido al ver el cambio de su trabajador. El destino de Samsa es solo uno: debe morir porque no se puede vivir de esa manera en el mundo. Y su muerte traerá alivio a la familia, que se concentrará en casar a la hija menor y salvar la economía familiar. Al final, luego de que la sirvienta encuentra el cuerpo muerto de Samsa junto a la basura, la familia se irá de paseo, aliviada.

El personaje de Kafka -quizás su alter ego- inspira muchas cosas: lástima, ternura, repugnancia, curiosidad, pero, sobre todo, una inmarcesible sensación de soledad. No hay nadie más solitario que Samsa. A pesar de que se percibe cierto humor en el relato de Kafka, la soledad está presente en todos los capítulos. Mucho más aún en aquel en el que, arrastrando cosas y polvo y basura, el bicho decide abandonar su habitación, siguiendo la música que sale del violín tocado por su hermana, suplicando amor: qué brutal demostración de la soledad a la que hago referencia.

Una nota curiosa: antes de que el libro fuera publicado, Kafka se enteró de que el libro llevaría alguna ilustración. Inmediatamente, escribió una carta a los editores, exigiendo que el insecto no debía ser dibujado bajo ninguna circunstancia. Cito al genio "el insecto mismo no debe ser dibujado. Ni tan solo debe ser mostrado desde lejos...". Los editores le hicieron casi y ningún bicho apareció. Es más: en cualquier edición original del libro que se encuentre, el insecto no aparece. Sí lo he visto retratado en versiones pirata, de esas que abundan en nuestro país.

De Franz Kafka se han dicho y se dirán muchas cosas. Se escribirán artículos y se verterán opiniones sobre su personalidad, sus cartas o sus novelas (recomiendo con emoción El Proceso  y  El Castillo), pero eso es tema de otro día. A él le debemos, los que sabemos utilizarlo, ese hermoso adjetivo: kafkiano. A él le debemos que Borges haya intentado ser Kafka y que, en ese intento, al argentino le hayan salido cuentos geniales, aunque el propio Borges diga que no debió haber tratado de imitarlo. También se podría hablar de sus amores que nunca llegaron a florecer, de ser tan solitario -como Samsa- a pesar de haber estado siempre enamorado. O de sus anécdotas, como la que cuenta Dora Diamant, respecto a la niña y la muñeca, que serán contadas en otra ocasión. 

Lo que yo le debo a Kafka, como lector y escritor, es ese amor por la literatura, y esa percepción de la soledad, presente en el Señor K., en Josef K. y, obviamente en el querido y recordado Gregor Samsa.

Quienes la hayan leído, traten de hacerlo una vez más: les aseguro que la experiencia no será la misma esta vez. Quienes aún no lo hayan hecho, espero que ya lo hayan decidido.
 
A leer. 

martes, 7 de abril de 2015

EL INFIERNO EN LA TIERRA

I

El Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) tiene un plan que, leído, resulta bastante sencillo de entender: instaurar un califato -forma de gobierno- que esté regido religiosa y moralmente por el sharia, que es  un código de conducta musulmán. Simple, ¿verdad? 
Lo que no es simple es el medio que ha escogido utilizar para alcanzar su fin: la violencia extrema, sádica y desalmada. En uno de sus tantos vídeos que circulan por Internet, uno de sus voceros ha declarado, sin ningún resquemor, que van a liquidar a todos aquellos que no quieran convertirse a la fe musulmana (matar cristianos es una de sus principales actividades, incluidos niños, sin importar su edad).

El Estado Islámico está compuesto principalmente por musulmanes sunitas radicales (la diferencia entre chiitas y sunitas deberá ser tocada en otro artículo, o el lector meticuloso puede investigar al respecto). Nació como una facción de Al Qaeda, sí, la misma de Osama Bin Laden, pero, sus acciones han sido tan salvajes e inhumanas que el líder Al Qaeda lanzó un vídeo, hace algunos meses, en el cual afirmaba no tener ningún tipo de relación con el Estado Islámico, liberándose de cualquier responsabilidad en las acciones perpetradas por el EI.

Su propósito es establecer un solo estado, cuyo centro esté entre Iraq y Siria, para luego expandirse por todo el mundo islámico. Se calcula que cuentan con aproximadamente 80,000 hombres, aunque es muy difícil dar un número exacto, así como poder decir con exactitud de dónde obtienen el financiamiento para sus armas y demás necesidades. Aproximadamente el 10 % de sus integrantes son de países no pertenecientes al mundo árabe, principalmente europeos (como los franceses que atacaron al semanario Charlie Hebdo a inicios de este año). Han pedido la expulsión inmediata de todos los cristianos de tierras árabes, y cuando no han sido obedecidos han llevado a cabo decapitaciones masivas, entre otras actividades de sadismo, como arrojar al vacío a homosexuales desde edificios o colgar personas degolladas en las calles. Están en contra de que las mujeres estudien y de que se atente contra cualquier mandato del sharia. Otra prueba de su tremenda determinación es el vídeo emitido hace algunos días en el que destruyen estatuas de la ciudad de Hatra, en Iraq, ciudad que está considerada como patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 1985. La explicación de esta masacre cultural fue que el Corán no permite ídolos ni estatuas y por lo tanto tenían que ser destruidos sin atenuantes. En el mismo vídeo, el portavoz afirma que no se detendrán hasta haber acabado con todos aquellos que no se quieran unir al islamismo que ellos profesan. En todo el mundo.

Los orígenes del Estado Islámico se pueden encontrar en el año 2002, pero en ese entonces nadie hablaba de ellos. ¿Por qué? Porque dependían de Al Qaeda, como he explicado antes, y porque no se habían metido con el mundo occidental. Fieles a nuestra costumbre occidental, si no nos afecta, no nos interesa. Tuvieron que pasar 12 años para que el Estado Islámico capte la atención occidental, El 19 de agosto del año pasado, se publicó en YouTube el asesinato de James Foley. Solo entonces los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña (Foley era británico), entre otros, comenzaron a prestarle atención a un problema mucho más grande de lo que parecía ser. 


II

Aparte de saber que hizo un gran mundial de fútbol en 1994 con un equipo soberbio, la gente sabe poco o nada sobre Nigeria. Con casi 170 millones de habitantes, este país es el más grande, económicamente hablando, del continente africano, debido a sus enormes reservas de petróleo. Además, es un país partido en dos, pero de una forma muy injusta. El sur de Nigeria, ocupado principalmente por cristianos, tiene casi un 90% de alfabetismo, mientras que el norte, apenas llega al 5%. Sin contar con el hecho de que en Nigeria se hablan casi 500 idiomas diferentes -sí, 500, no es un error.

Todos estos antecedentes son importantes para poder explicar y entender la formación de uno de los grupos islámicos radicales más temible: Boko Haram. Como es de sospechar, de acuerdo a lo antes mencionado, Boko Haram se ha formado en el norte de Nigeria en el año 2002, específicamente en el noreste, cerca a las fronteras de Nigeria con Chad y Camerún. 

Para pintar de cuerpo entero la brutalidad de este grupo, voy a recurrir solamente a un ejemplo de las decenas que podría citar: el 14 de abril del año pasado, un grupo de casi 200 terroristas irrumpió en un colegio de niñas, que dormían aquella noche, esperando dar sus exámenes al día siguiente. Los terroristas tomaron de rehenes a un número que hasta el día de hoy es inexacto, aunque se calcula que fueron más de 200 niñas. A pesar de la ayuda prestada por los Estados Unidos, no se ha progresado en su búsqueda, de tal forma que en una semana se cumple un año desde su secuestro. 

Se afirma que los secuestradores se han casado con muchas de las niñas, que tienen entre 12 y 15 años, y que muchas otras han sido vendidas por un valor de, más o menos, 12 dólares americanos. Este salvajismo se debe a que Boko Haram, teniendo al sharia como guía, condena como un pecado el hecho de que las mujeres estudien. Una de las niñas que logró escapar contó que eran violadas varias veces al día y que eran obligadas a convertirse al Islam. Si no accedían eran degolladas inmediatamente. 

Los especialistas internacionales calculan que la liberación de las niñas nigerianas podría demorar, por lo menos, unos diez años, ya que los gobiernos que prestan ayuda al gobierno nigeriano han decidido no negociar. Boko Haram pide cambiar rehenes por presos. Les han dicho no, agravando una situación que ha sido llevada a las redes sociales y a marchas en las calles, sin ningún resultado positivo.

El presidente que acaba de dejar el poder, Goodluck Jonathan, ha sido duramente criticado por la falta de resultados. Se espera que el nuevo presidente puede lidiar con un tema que parece empeorar con los días. La cereza de una pastel sangriento y repugnante ha sido la adhesión pública (por medio de un vídeo para variar) de Boko Haram al Estado Islámico. Esto quiere decir que el plan expansionista del Estado Islámico ha comenzado y ahora se ha extendido a África.

III

Hace pocos días el grupo radical yihadista somalí Al Shabab entró a la Universidad de Garissa, en Kenia. Fueron cinco terroristas los que, luego de disparar a quemarropa a los dos guardias de seguridad, irrrumpieron en la universidad mientras los estudiantes dormían. Una vez adentro, separaron a los musulmanes de los cristianos. Hicieron una carnicería con los cristianos. El resultado de la masacre ha sido la espeluznante cifra de 148 muertos. La comunidad internacional y las noticias han reaccionado con tibieza, dándole mucha más importancia al evento del avión caído de German Wings.

Aunque este último evento no está directamente relacionado con el Estado Islámico ni con Boko Haram, sí tiene que ver, nuevamente, con el radicalismo islámico, el cual ha sido alimentado peligrosamente, por las dos agrupaciones terroristas antes mencionadas. 

Estamos viviendo en medio del infierno y no nos damos cuenta. 


IV

Solo una reflexión final. Pensar que lo que está sucediendo en Oriente Medio y en África no nos afecta, es una señal de ignorancia clamorosa. Hace algunos días escuché a alguien decir que qué importaba lo que estaba pasando en esa parte del mundo si a nosotros no nos pasa nada. Una muestra más de la temible estupidez en la que está sumida la sociedad peruana. 

Ojalá no suceda, pero temo que dentro de poco, tengamos un hombre-bomba, o un atentado radical en América del Sur. Y si eso llegase a suceder, sería, solamente, el inicio de una serie de desastres incontenibles. 

Lo último: nada de esto se trata de fomentar un sentimiento en contra del Islam, una religión tan respetable como cualquier otra. Lo que sí es condenable es el radicalismo y la imposición de ideas, pero no por ello se puede satanizar a todos los musulmanes del mundo. Ese error ya se cometió cuando sucedió lo de las torres gemelas y se pensaba que todo árabe era un posible terrorista. No podemos volver a cometer el mismo error.

Informarse un poco ayudará a entender mejor este tema. 




lunes, 30 de marzo de 2015

TELEVISIÓN NO BASURA

Hace un año, en uno de los locales de la Universidad Mayor de San Marcos (el de la avenida Abancay), mi primo y yo asistimos a un conversatorio literario. Los invitados que más resaltaban eran los escritores peruanos Raúl Tola y Pedro Novoa. 

Recuerdo que uno de los temas de la agenda estaba referido a las fuentes que tiene el escritor para llevar a cabo su noble tarea. Novoa mencionó el cine y la música. Tola, más joven y más fresco, mencionó a la televisión. Novoa, visiblemente contrariado, dijo que él no consideraba a la televisión como una influencia válida para un escritor, que la televisión no tenía mucho que ofrecer. La respuesta de Tola fue corta, educada y absolutamente cierta: es que no has visto Breaking Bad, Pedro. Y la discusión se desvió hacia otros temas.

Cuando salimos del evento, me quedé pensando en aquella frase. En realidad, me quedé pensando en Breaking Bad. Apenas volví a casa, fui corriendo a comprar todas las temporadas en discos de DVD. Hace, más o menos, un par de meses, vi el último capítulo de la quinta temporada, y lo único que puedo decir es que ver ese programa, que Raúl Tola me recomendó sin querer y de casualidad, ha sido una de las experiencias más maravillosas de mi vida. 

Pero, Breaking Bad fue solo el inicio. Comencé a investigar, a preguntar, a leer. Y, en un artículo del blog Quinta Temporada, de El País de España, descubrí que la producción televisiva de esta década, ha sido, con seguridad, la más prolífica de la historia de la televisión. Hoy, después de haber visto un ingente número de producciones televisivas recientes (brillan las americanas y las británicas), puedo corroborar, sin resquemor, que la calidad de los programas televisivos es altísima.

La fantasía dramática está asegurada con Juego de Tronos y The Walking Dead. El ingenio y la diversión le pertenecen a la magnífica producción británica Sherlock (Benedict Cumberbatch humilla a Robert Downey Jr. en el rol del residente de Baker Street). El suspenso lo tiene Hannibal. El drama deslumbra en Fargo y The Good Wife. Solo por mencionar algunos ejemplos.

¡Qué series tan brillantes! Veo televisión desde hace muchos años, de forma compulsiva, y nunca, repito: nunca, he visto tanta calidad como en este tiempo. En mi condición de lector empedernido y paciente confeso de lo que Vila-Matas denominó como El Mal de Montano, nunca pensé que la televisión podría hacerme experimentar sensaciones tan cercanas (nunca iguales, eso sí) a las que la literatura me hace experimentar. Ver episodios tan emblemáticos como aquel en el que Walter White persigue a una mosca en el laboratorio, o ese disparo a la cabeza que es La Boda Roja, en Juego de Tronos (no hay spoiler, no preocuparse), puede causar estragos en la mente del usuario por un tiempo largo. Quizás, quién sabe, para siempre. 

Y es, precisamente, en estos momentos de efusión televisiva en los que en el Perú uno de los temas principales es el de la televisión basura. Muchos de mis contactos en Facebook se indignan, ponen fotos, memes, posts, se rasgan las vestiduras, y claman que hay que desaparecer a la televisión basura. Que mejor transmitan Dragon Ball o El Narrador de Cuentos; que Nopo y Gonta  era mejor que Combate y que Ferrando era más bacán que la Chola Chabuca. Ha habido una marcha hace poco (la siguiente será en unas pocas semanas) en la que una turbamulta de enardecidos manifestantes visitaron los principales canales del país, reclamando algo que yo no puedo entender: que los canales renuncien a sus millonarias ganancias y que, en vez de pasar Esto es Guerra o Al fondo hay sitio, los reemplacen por especiales de National Geographic, History Channel o Animal Planet. Es como si al dueño de un night club exitoso le dijeran: cierra tu negocio, donde ganas montañas de dinero y pon un albergue para perros, porque eso le gusta a la gente.

Pedir que el contenido televisivo cambie, es como pedir que comience a llover dinero: imposible. Lo único que queda por hacer (que es lo que debería hacerse) es comenzar a escoger lo que se ve. Comenzar a utilizar la televisión por cable con sabiduría. Comenzar a entender que hay otros canales aparte de ESPN y FOX Sports, o el de las novelas. La televisión, puede ser, y es, una fuente maravillosa de aprendizaje, entretenimiento e inspiración, siempre y cuando se vea lo correcto.

A la misma hora de Al fondo hay sitio, transmiten Breaking Bad, todos los días. Y toda esta semana hay una maratón de Juego de Tronos en HBO

Quejarse de la televisión basura es un acto de hipocresía, ignorancia y estupidez. La única forma de protestar contra algo es dejar de hacerlo y comenzar a hacer lo correcto. En una sociedad en la que los padres ven basura, los hijos verán basura. Pero si en un hogar se ven ficciones de calidad, se escucha música selecta y se leen libros buenos, lo único que se puede esperar es un resultado positivo.

Ahora, la decisión es suya.
No de los canales.  




miércoles, 25 de marzo de 2015

EL JAPONÉS QUE NO ESCRIBE COMO JAPONÉS

Hace casi cuatro meses que no escribo en el blog. Podrían haber sido más, pero, luego de leer Tokio Blues, supe que tenía la obligación y la necesidad de dedicarle una entrada que describiese, desde mi perspectiva parcial y romántica, una de las novelas que más he disfrutado en mi vida.
La historia, en realidad, es bastante simple: un muchacho, Toru Watanabe, comienza a descubrir, por medio de experiencias sumamente dolorosas, que la vida es bastante complicada. El evento más resaltante, y sobre el cual gira la novela es, quien lo podría negar, el suicidio de Kizuki, su mejor amigo, quien deja a Naoko, la mujer de la que, aparentemente, Watanabe está enamorado perdidamente.
Pero, la simplicidad de la historia, se compensa con la fortaleza de los personajes.
Una pregunta que me atormentó hasta el final de la novela fue: ¿con quién se va a quedar Watanabe? Y es una pregunta válida, una duda justificada; porque la inocencia, la fragilidad y la locura disfrazada de Naoko enamoran al lector desde el primer momento. El lector siente que le gustaría caminar con Naoko y escucharla hablar sin interrumpirla. Las descripciones de las formas de Naoko enloquecen, disparan la imaginación: ¿qué puede ser más excitante que una niña-mujer con un cuerpo perfecto? Nada. La mezcla de candidez y lujuria es infalible. Devastadora.
Y, entonces, aparece Midori. ¿Quién es Midori y qué la hace tan especial? Su aparición –que podría considerarse forzada dentro de la historia– es inesperada. Pero lo que más deslumbra es su hermosa personalidad: desenvuelta, conversadora –a veces demasiado– y obsesionada con el sexo y todas sus variables (es memorable el pasaje en el que le pide a Watanabe que se masturbe pensando en ella, como si le estuviese pidiendo un caramelo). No caben dudas de que Midori es el personaje más divertido de la novela. Recuerdo haberme carcajeado innumerables veces con sus ocurrencias y sus constantes insinuaciones sexuales al distraído, misterioso y atormentado Watanabe, convencido de que, si me presentasen a Midori, me enamoraría de ella sin resquemores y cumpliría cada una de sus fantasías sexuales sin preguntas ni cuestionamientos.
En medio de esa silenciosa disputa por el corazón de Watanabe (Naoko y Midori nunca llegarán a conocerse), aparece la figura del personaje más fascinante del libro: Nagasawa. Nagasawa es un genio, y, precisamente por ser un genio, desdeña a todo y a todos. Todos le dan asco, todos le parecen inocuos y anodinos. Incluso su novia, la maravillosa Hatsumi, quien, asumiendo estoicamente las consecuencias de haberse enamorado de Nagasawa, acepta, casi con resignación el hecho de que este terrible personaje se acueste con quien quiera, cuando quiera y que, horror de horrores, en medio de una cena, le confiese que han intercambiado parejas sexuales con Watanabe, confesión que no le hace mucha gracia a este último, aunque terminará reconociendo que la historia es verdadera. No puedo negar que, cuando leía las páginas relacionadas con Nagasawa, sentía una inenarrable envidia por la forma en la que este personaje enfrentaba la vida. Creo que si todos fuésemos un poquito más parecidos a Nagasawa, la vida sería más sencilla (aunque más oscura y cínica, definitivamente).
Hay que hacerle una mención especial a Reiko. La historia que le cuenta a Watanabe atrapa desde el inicio, y su desenlace es completamente inesperado. Reiko, a pesar de estar alojada en la institución a la que Naoko es enviada, no da la sensación de estar loca o desequilibrada. Su talento musical es palpable, a través de las páginas. Se puede tocar, se puede sentir, se puede escuchar. Y todo es más cercano y más comprensible, porque, tanto las referencias musicales como literarias, son completamente occidentales: Watanabe lee La Montaña Mágica y relee de cuando en cuando El Gran Gatsby; y la canción favorita de Naoko es Norwegian Wood, por la cual debe pagar cien yenes, cada vez que quiera que Reiko la toque. Con ese dinero, Reiko podrá solventar su vicio incontenible del tabaco.
Finalmente, el desgano y el desinterés por la vida de Watanabe, hacen de él un personaje entrañable. Por lo menos, para mí lo es. Lector apasionado, sin ningún fin específico, Watanabe logra cautivar a Naoko e impresionar a Midori, quien admira su forma de hablar y sus respuestas típicas de un lector de buenas novelas. Vive atrapado por su propia indecisión, nunca seguro de nada, nunca decidido a tomar las riendas de su vida, conformándose con trabajos de poca monta, que no explotan su enorme capacidad intelectual. Ni siquiera es capaz de disfrutar el sexo, y la contemplación del cuerpo perfecto y desnudo de Naoko, en vez de excitarlo hasta la irracionalidad, lo único que logra es hacer que se pregunte a sí mismo en qué momento el cuerpo de Naoko había cambiado y que no le gustaba tanto como el que recordaba.
Creo que Haruki Murakami no va a ganar el Premio Nobel de Literatura por una razón que muchos han destacado y con la cual coincido plenamente: habita en las antípodas de la literatura tradicional japonesa. Su estilo, sus historias y sus referencias están alejadísimas de lo que uno espera de un escritor japonés. La traductora de sus novelas al español afirma que no hay mucha diferencia entre la versión original y la traducida, ya que Murakami escribe de forma sencilla y directa. Dicen que en japonés hay 27 maneras diferentes de hacer referencia a la luz del sol o al amanecer y que, por esa razón, traducirlo al español es complicadísimo. Felizmente, eso no sucede con Haruki. Si se lo compara con Kenzaburo Oé o Yasunari Kawabata (los dos japoneses que sí ganaron el Nobel), Murakami habita en una dimensión paralela. No hay manera de encontrar relación entre Tokio Blues y El grito silencioso, por ejemplo. Tildado de escritor pop en su propio país, creo que no tiene posibilidad de ganar el Nobel, pero lo que sí hace, y con mucho éxito, es hacer que, por unos momentos, mientras leemos sus novelas, nos olvidemos de lo horrible que es el mundo que habitamos y nos sumerjamos en los mundos que él crea.
Al final, de eso se trata la literatura: de hacernos creer que este mundo es un error y que el de las novelas es el único en el que se podría vivir.

Y nada más.